26 abril 2007

Lucharaaaaaan!!!!! (Una crónica)

2:29 p.m.

“A 150 pesos el boleto carnal” me dijo un individuo con tatuajes y un montón de papeles rectangulares de color verde, “si quieres te enseño los lugares”; el hombre que no pasaba de los 30 años abrió la puerta de metal del coliseo y me llevó a la misma arena; vacía, silenciosa y con dos trabajadores de limpieza. Quién diría que en unas cuantas horas ese mismo lugar se convertiría en una zona de batalla física y verbal. “Aquí estarías, en el centro, el 86 y el 87 de la octava fila”, sin dudarlo los tomé y me despojé de algunos billetes de la cartera.

“Va a estar buena la lucha, el místico contra el hijo del Perro Aguayo”, se comenta desde la taquilla en la que sólo se ofrecen entradas a las gradas. “A huevo, el místico es el chingón”, “No mames, si el chido es el hijo del perro aguayo”, discuten dos acomodadores de autos afuera de la arena.

Ya con la gente adentro parece más grande, inmenso, a reventar, no se distingue ni un solo asiento vacío. Una fiesta del barrio, donde se reúnen las señoras para comadrear, los jóvenes para calentarse un rato con las edecanes, los viejos para añorar y hasta niños para anunciar el folklórico vocabulario que les es prohibido en la escuela.

Un hombre con pantalón negro y una camisa blanca que deja ver claramente su sobrepeso, sube al ring, tratando de adaptar sus ojos a la tremenda luz artificial que es suministrada al cuadrilátero. Asciende otro, pero éste va trajeado, vestimenta que pudo haber comprado a unas cuantas cuadras, en Tepito; un cuerpo groso y la voz característica del presentador oficial de la lucha.

Inmediatamente subieron cuatro hombrecitos con mascaras y que empezaron a forcejear entre ellos, tal pareciera que nunca los presentaron.

Se golpearon, gritaron y manosearon, conforme transcurría la pelea pude identificar los nombres de los guerreros miniatura. “¡Una porra pa´ la sombrita!” y se escuchó la resonancia de los chiflidos que recuerdan a la mujer que nos engendró, “Silencio, silencio” gritó la sombrita con una voz mas gruesa de la que imaginé.

La lucha estaba falta de intensidad, los más viles manotazos acaparaban la mayoría de los golpes en el ring. “Te van a regañar tus jefes cabrón”, gritó un espectador, “Me cojo a tu vieja”, respondió uno de los mini.
“Tortas, sopas”, exclama eufóricamente un señor que deambula por los pasillos de la arena y en mano una charola con dichos productos.

“Órale pinches piojitos”, reclama una voz a lo lejos, es ahí cuando bracito de oro, un mini bastante pasado de peso y unas mallas de color café que lo hacen ver espantoso, toma una actitud histérica, manotea, lanza golpes y patadas al aire, como si hubiese tomado el solo toda una botella de coca cola retornable y 10 snickers, lo suficiente como para dejarte hiperactivo algunos días.

Saltó el bracito de oro sobre su contrincante, éste lo golpeó y lo mando fuera del cuadrilátero, un grupo de niños que estaba cerca lo animaban a que se levantase y subiera nuevamente al ring. El público gritó al unísono “Bracito, bracito”.

“Pinche bracito, levántate”, nunca se levantó el tan aclamado bracito, ganaron los rudos y el réferi levanta las manos de éstos. “Pinches payasos”. Los chiflidos y refrescadas de madre se escuchan.

Y regresa la voz: “Rosa negra, Mima Shimoda, Medusa, Marcela, Luna Mágica, Princesa blanca”… “¡En una lucha de relevos australianos, lucharaaán de dos a tres caídas sin limite de tiempo!”, el público se anima y grita “medusa, medusa”. “Por eso te amo Marcela”.

Alguien me tiró cerveza en un zapato y trato de limpiarme mientras el acomodador discute con dos sujetos a mi izquierda. Algodones, sopas maruchan, cervezas y hasta trompetas venden en toda la arena.

“Ja, ja, ja, la rosa negra le dio una nalgada a la princesa”, “Ahora agárrale una bubi”, “Me excitas”, “Putas, putas”, “No le peguen a mi novia”, “Por eso te amo Marcela”.

Y la que acapara la atención en el espectáculo es Mima Shimoda, es imposible evitar mirar su llamativo traje de color rosa y que cae varias veces del ring, mientras las otras luchadoras sacuden y golpean sus flácidas carnes. “Pinche china, ya levántate”, “Una porra pa´ la oriental”, “Por eso te amo Marcela”.

“Hay tortas, hay tortas”.

“Princesa, princesa, princesa”, y esta se lanza a la oriental. Ganan las técnicas.

“Por eso te amo Marcela”, “Ya chole esa frase, ¿no?”.

Un hombre pasa un trapeador seco por el piso de madera, mientras el camarógrafo se deleita las pupilas con las modelos que hasta le dan besitos fuera de cámara.

Tal vez fueron otras dos luchas, no lo recuerdo bien, sino hasta llegar a la pelea estelar: El místico vs el Hijo del Perro Aguayo.

El humo inunda la arena, las bellas chicas modelan en el cuadrilátero, el ánimo esta en su máxima expresión, las jovencitas gritan, los niños saltan, las señoras dejan de chismorrear y el público de pie: El místico entra al lugar.

Impresionante, lo imaginaba más alto, de hecho es el más chaparro de todos los luchadores.

Un golpe tras otro, patadas e insultos, una pirueta, una llave, una “mística”, una luz mas intensa, el lugar va a estallar, la gente aplaude, grita, lanza vasos e insultos, voltear a cualquier punto y la gente unida en euforia e histeria.

Un espectáculo dividido, algunos creen en la capacidad del místico, otros en la fuerza del hijo del perro aguayo, que importan los otros luchadores que los acompañan, es mas, ni siquiera recuerdos sus nombres, lo que destaca es la mascara plata y la greña negra.

“Perros pulgosos”, “Uleros, uleros”, “Ya bájate chihuaguayo”. Golpe bajo al Perro Aguayo, se arrastra como cucaracha para salir del ring, pero lo toman del calzón y se lo bajan.

Foul al místico, mascara desabrochada y… ¡Adiós cubierta!, el rostro del máximo luchador nocturno es destapado y la gente, asombrada, saca los celulares y toman fotografías del místico perfil.

Descalificados los rudos, ganan los técnicos. “Dios perdona, los perros NO”, voceaban los tres luchadores vencidos al salir.

Un río de gente se desborda por las puertas principales adornadas por una imagen religiosa de la virgen de Guadalupe, y un letrero con la leyenda “Prohibido cruzar apuestas”.

“Pinche místico pendejo, le vi la cara”, “Te dije que el cabrón era el Aguayo”, “Ya cállate guey”.

Marzo 2007

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1 dicen algo:

Anónimo dijo...

Hola, Geovanni.
Me ha encantado el blog con tus trabajo y tus fotos muy ricas. Sería bueno que pusieras la liga del video sobre el Zócalo, que es simplemente excelente.
Felicidades y continua así.

 

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